Hoy hablaremos del primer capítulo
del libro “El mundo de Sofía” (El jardín del Edén)
Sofía una joven adolescente común
y corriente, la cual vivía una vida rutinaria, de pronto se encuentra en una situación
muy particular.
Debido
a un acontecimiento extraño en el cual le
llegan dos notas, Sofía cuestiona
su existencia. ¿Quién soy? Es la interrogante más grande, que aunque trate de
responderse a sí misma “Soy Sofía Amundsen” inclusive mirando su propio reflejo no ha
podido encontrar respuesta a este cuestionamiento, ni a otros más que le surgen
en el transcurso de la historia que la impulsa a buscar respuestas.
Es así como Sofía abre su mente a un mundo filosófico,
lo cual hace que ella no solo cuestione su existencia, sino que también hace que vea más allá de lo que hacía cotidianamente,
que viera aspectos y cosas que ella nunca noto, y por consiguiente que abriera su
mente a un mundo nuevo.
Si
relacionamos este primer capítulo del libro con el conocido mito de la caverna
de Platón, Sofía y el prisionero que es liberado serian la misma persona, es
decir son los que buscan respuestas, estando dispuestos a ver más allá de lo
que normalmente se les muestra, y si lo llevamos a la actualidad, son los que
poseen el pensamiento divergente que lo lleva a querer conocer más y por consiguiente
a estar dispuestos a absorber toda la información que los rodea y aun así buscar
más, saber mucho más , porque no todo es como parece, hay miles de perspectivas
y todo depende de cómo estamos dispuestos a ver el mundo, así como Sofía el prisionero veían todo desde una sola perspectiva,
la rutina y las sombras, respectivamente; para luego pasar a ver cosas nuevas y
a ver la luz, ya que no todo es como se ve.
Si
llevamos lo anterior a un caso concreto, una botella de plástico por ejemplo, dependerá
de cómo la vemos para dar una apreciación de ella y que criterios para analizarla utilicemos, es decir no todos
podemos ver a la misma botella de la misma forma, ya que todos somos distintos y
teneos distintas perspectivas.